Prefacio

 

Después de leer esta novela escrita por un joven español de Barcelona en pleno 2016, un servidor se encuentra suspendido entre la sorpresa y la maravilla.

Sorpresa porque ha leído “una novela filipina” escrita por un español del actual milenio. Y maravilla, porque de desde el otro lado del planeta, su autor, que es un escritor de Barcelona, España, ha logrado recrear en su relato la tragicómica imagen actual, la penosa realidad de una Filipinas efectivamente trastocada, lenta y violenta, para convertirse en la “Philippines” monstruosa del tétrico presente poblada por amnésicos cuando no desnaturalizados frente al pasado y a la verdadera historia de este país.

Somos ya bien pocos los filipinos de hogaño, los que tristemente nos percatamos de que sin España somos nada más que unos desnaturalizados en pos de algo que nos complete el alma, eso que dicen es “identidad nacional”. Ante ese algo que es la Hispanidad, pero que adrede y oficialmente se nos quitó, no somos nada más que perfectos bellacos tratando de ser lo que nunca fuimos, ni seremos.

Estamos, en otras palabras, en un limbo. Pero ahora nos enteramos de que no estamos solos en ese mismo limbo, ese predicamento, impuesto por un agringamiento que es casi global, pues, resulta que por parte de unos españoles, también sometidos a una “modernidad bien agringada” que, de alguna manera sorprendió y sobrecogió a las igualmente incautas nuevas generaciones de españoles de hogaño, nos ha producido a “nuevos españoles” que, como Jaime en esta novela, se encuentra “fracasado”. Es decir, “desnaturalizado” como muchos filipinos y que tan solamente se han de encontrar a si mismos si tropiezan con el caso de la desnaturalización de Filipinas como país que ya no conoce el castellano y que habla de forma alternativa, de forma diglosacamente, el inglés y el tagalo.

 


Es por ese trasfondo circunstancial que la lectura reflexiva de copla al recuerdo de manila viene a ser una necesaria aventura, una lectura importante, para completarnos el mundo filipino y, al mismo tiempo, el actual mundo español.

Sin España los filipinos no podemos completarnos el alma y la memoria. Y curiosamente, sin Filipinas, los españoles tampoco pueden completarse ni la memoria ni el alma.

¡Albricias!

Guillermo Gómez Rivera

Miembro de la Real Academia Filipina de la Lengua Española 12 de Septiembre 2016